Como si no fuera duro de por sí ser un campesino feudal. No solo había que soportar toda una vida de miseria, trabajo penoso y gachas, sino que el señor se presentaba en tu casa la noche de bodas. Antes de que un matrimonio entre campesinos pudiera consumarse – eso dice la leyenda – había que entregar a la avergonzada novia en el castillo, donde se veía obligada a sacrificar su virginidad con el brutal amo.
Llamado a menudo droit de seigneur (“derecho señorial o de pernada”), aunque con más propiedad ius prima noctae (“derecho de la primera noche”), esta costumbre ha sido denunciada durante siglos en novelas de caballerías, óperas y películas de Hollywood, incluida Braveheart, de Mel Gibson, como símbolo de la barbarie medieval. Pero desde hace tiempo hay dudas acerca de si este escabroso rito de matrimonio llegó a existir.
Un diligente estudioso francés llamado Alain Boureau ha revisado uno a uno los datos y ha llegado a la conclusión de que, si bien en la Edad Media había abundante acoso sexual aleatorio, no hay referencia alguna a ningún “derecho” oficial del señor en relación con los recién casados. Lo que más se le acerca es un extravagante poema de 1247, en el que unos monjes del Mont Saint-Michel hablan pestes de cómo se comportaban en el pasado lejano los señores de los contornos, pero el relato no pretendía ser tomado en serio. Todas las demás descripciones datan de épocas posteriores, cuando los autores querían demostrar precisamente hasta qué punto el sistema feudal era degradante. Un autor del Renacimiento llamado Boece describió con gran detalle cómo un rey de Escocia, Evenus III, tenía por costumbre seducir a las vírgenes de los contornos, pero una vez hechas las averiguaciones pertinentes resulta que en la Escocia medieval no hubo ningún rey que se llamara Evenus; el relato es pura invención.